lunes, 10 de junio de 2013

Recordando el 2002: "Morir con el futbol de pie". Por José Fechino.





Capital Federal;  Buenos Aires –Argentina.            

 10 de Junio de 2013

                                     Todo lo vivido hasta ese instante aumentaba la expectativa, los partidos clasificatorios, los partidos contra las potencias, la forma en la que se llegó. Pero había algo aún más importante que todo eso, el país. Porque nadie puede negar que esa Copa del Mundo era mucho más que eso, esa Copa del Mundo tintineaba esperanza.

Generalmente los argentinos nos aferramos a ésta clase de eventos deportivos para sentir nuestro nacionalismo, pero esto era diferente, nos aferrábamos a esto porque para muchos era lo único que teníamos -y, aun así ¡Como para no esperanzarse! Ese equipo era fantástico, ese equipo es el mejor conjunto nacional que hemos tenido jamás. Y no tengo miedo de decirlo-. Los eventos que terminaron por desatar la hecatombe socio-política de diciembre de 2001 nos dejaron con una sensibilidad especial, y en medio de esa tormenta había algo que nos podría ayudar a sonreír, a distraernos de la preocupación devenida de la incertidumbre del no saber que podría pasar mañana.

Una vez que llegó el torneo la rutina ya era conocida, se había hecho habitual; Nos habíamos amoldado al huso horario de la más oriental Asia, muchos despertamos a las cero trescientas y muchos otros, siquiera dormimos. El frío aire del invierno se había perfumado con ansias y el tiempo corría una larguísima y lenta carrera contra sí mismo, especialmente ese día, 12 de junio de 2002…

Diez años, once meses y veintisiete días han pasado ya. Cuatro mil dieciséis días, en total, han pasado desde aquel momento hasta hoy día, en que escribo éstas palabras.  Ese día, nuestra Argentina se batía a duelo con Suecia, en una batalla que tuvo un solo protagonista dentro del verde césped, y que, injusta y lamentablemente, fue el que se volvió a su casa.

Fue todo injusto, especialmente para los jugadores, no fue el final que Caniggia merecía en la selección, ni mucho menos Batistuta, y bueno, ni hablar del Loco Bielsa. Pero el fútbol es así, un día te cruzas con 11 suecos que te juegan a empatar el partido poniendo un coche de la línea 41 delante los tres palos y te dejan afuera del mundial, y para colmo, uno de los nórdicos de apellido sin vocales patea un tiro libre como si fuera Beckham y la clava al ángulo ¡El Sueco no la quería meter!  ¡Mirá el video, dale! ¡Se sorprende tanto que ni siquiera sabía cómo festejarlo! Perdón, es que me dejo llevar…

Ni siquiera fue justo para con el espectáculo, en un mundial en el que no pasaba nada… ¡Por que no pasaba nada! Un Brasil desdibujado que era un conjunto de individualidades más que un equipo, Italia entrando a octavos por la ventana para no perder la costumbre, Inglaterra “fue un equipo amarrete” -Zanetti dixit-, las mayores atracciones eran, el campeón, Francia y Argentina. Curiosamente, sendos equipos no pasaron/mos la fase de grupos.



Pablo Aimar dijo, con una madurez que no es común en jugadores de esa edad, después del partido con Suecia “Nos vamos inmerecidamente, se están llevando el premio equipos que se cierran atrás (…) les está yendo bien a los equipos que especulan y aprovechan una o dos situaciones que tienen”.

A fin de cuentas, salió campeón Brasil, un turco hizo un gol a los 11 segundos  y no lo vi. Y no me hubiera enterado de nada de no ser porque, en ese momento, tenía una vecina brasileña. No quería enterarme, no quería saber nada. No me interesaba ¿Para qué me iba a levantar a las tres de la mañana? ¿Para ver España – Corea?

La fiebre mundialista bajó a 36° en un segundo y todos seguimos con nuestras vidas, como si nada hubiera pasado. Muchos buscaron culpables –Y todavía los buscan-, encontraron en Verón a un “pirata” y se lo llevaron de chivo expiatorio, y hasta el día de hoy algunos le siguen reprochando boludeces.

Resumiendo, Argentina se quedó afuera del mundial con las botas puestas, murió de pie. Manteniendo un estilo, una forma, una identidad, una filosofía; buscando, desde la cabeza y desde los pies, el triunfo. Y para mí, es mucho más valioso todo esto.

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