lunes, 16 de septiembre de 2013

Nueve años sin el Loco de celeste y blanco. Bielsa, para siempre. Por Cristhian Flores.




Mientras me era encomendada la tarea de contar una historia nuevamente en este sitio, en conmemoración del noveno año desde aquella noche en que Marcelo Bielsa se presentó en Ezeiza ya no con el conjunto de la Selección Argentina sino con uno íntegramente gris, a explicar motivos y razones por la cual él mismo daba por finalizado su ciclo al frente del combinado nacional, me veía en la difícil tarea de hacer algo diferente, sin limitarse uno a contar esos 6 años que lo tuvieron en ese cargo. Y esta sensación insoslayable de deber ser diferente llega por la simple razón de que el mismo Marcelo es un entrenador diferente, y aquí sí que no descubro nada.


Es decir, ¿por qué un grupo de personas recuerda esta fecha y no otra? ¿Qué es lo que las lleva a homenajear a Marcelo Bielsa y no a otro de los tantos entrenadores que pasaron por el Seleccionado Nacional si al fin y al cabo, y en un mundo donde la valía de los entrenadores parece ser medida en títulos, Bielsa ganó únicamente una medalla olímpica? La huella de Bielsa en Argentina y en todo lugar donde el Loco dirigió es mucho más que eso.

Decir Bielsa hoy por hoy, 9 años después de haber dimitido a la dirección técnica de la selección por haberse quedado sin las fuerzas que el cargo implica, es abrir a cada momento una dicotomía, es volver a abrir una herida que el fútbol argentino se niega a olvidar como una derrota más. Aún hoy existen periodistas y espectadores de fútbol que no mencionan su apellido sin asociarlo inmediatamente a la palabra fracaso. Aún hoy también coexistimos con ellos los que estamos dispuestos a discutir las formas. 

Decir Bielsa en Argentina es hablar de un tipo que es absolutamente reconocido en el mundo, menos en su país. Es, también, poner en juego una discusión de valores: ¿Está bien ir contra las reglas que imponen los grandes medios o es una locura darle la misma importancia que a otros más pequeños?  ¿Es honradez y decencia no renunciar a lo que uno siente o es obstinación y tozudez? ¿Es lo que realmente importa la nobleza de los recursos utilizados o es mejor ser campeones del mundo  de cualquier manera? Cuestiones que se niegan a ser olvidadas.


Así será seguramente por mucho tiempo más, o por lo menos, hasta que otro fracase de manera más estrepitosa. Recién entonces, tal vez, se destruya más severamente al que perdió. Pero Marcelo Bielsa marcó al fútbol argentino. Cuando se hable del último estilo de juego irrenunciable y absolutamente reconocible en la Selección Argentina, se hablará de él. Cuando se hable de la mejor campaña en cuanto a resultados en muchísimo tiempo, con el 65% de efectividad, también. Así, tal vez se le reconozca la primera medalla dorada en fútbol de las  que ostenta nuestro país. Tal vez se le reconozca la entrega máxima y dedicación para con su trabajo, y se olviden aquellos tres resultados en suelo asiático.


Bielsa y el seleccionado argentino han tomado caminos diferentes, que pueden o no volver a cruzarse. Lo cierto es que hoy, a nueve años del día en que se produjera ese alejamiento, se lo sigue recordando. Y así será para siempre, y no será exclusivamente por haber ganado títulos. Don Marcelo Bielsa, su país le agradece.

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